
Mi corazón; marchito, lóbrego, confundido y con sed de alivio, moría por palabras que se afondaban en su vacío. La mustia le produce ceguera, y se encontraba invidente frente a la felicidad. Buscaba argumentos para latir, pero no hallaba más que una inconformidad consigo mismo. Lograba ver el resplandor que producía antes, y apreciaba como día a día se apagaba así sin más, conforme como pasaba el tiempo, él iba perdiendo importancia, virtud y vitalidad. Los demás corazones lo veían mal, ahora no era aquel sobre la cúspide, no. Tenías ganas de alejarte, de no ser nadie, de que los demás corazones no te determinaran, para que así, te dejaran ser tal como moldeado estás, sin ser plastificado ni comparado.


No hay comentarios:
Publicar un comentario